Poco o nulo control estatal
La Argentina cuenta con 5 mil basurales a cielo abierto. Son depósitos de residuos al aire libre que no cuentan con un manejo adecuado.
Allí, la basura se acumula de manera desorganizada, generando problemas ambientales y para la salud humana.
En el marco del mes del Ambiente, cómo influyen las industrias argentinas en este número y cuáles son las posibles vías de solución.
Los basurales a cielo abierto implican, sin dudas, un problema ambiental y de salud pública cada vez más grave en la Argentina.
En 2017, en el “Informe del Estado del Ambiente”, la por entonces Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sostenible de Argentina, indicaba que existían más de 5000 basurales a cielo abierto en todo el territorio y este es el último número oficial al respecto. Esto significa que, en promedio, podrían existir más de dos basurales por municipio, cubriendo un total de 8600 hectáreas.
Según la ley nacional 24.051, los residuos peligrosos contaminan el ambiente y el Estado debe controlarlos. Sin embargo, el informe elaborado por la Universidad Nacional de Rosario, a través del Observatorio de Residuos Peligrosos de la Universidad Nacional de Rosario y la Universidad de Buenos Aires, arroja que en el último año solo el 9,22 % de las industrias trataron sus residuos peligrosos, no peligrosos y especiales.
Con datos del sector aportados por CATRIES (Cámara Argentina de Tratadores y Transportistas de Residuos industriales y Especiales) y CAITPA (Cámara Argentina de Industrias de Tratamiento para la Protección Ambiental), el informe se actualiza de forma bimestral, desde el 2022, y confirma cada año un contexto alarmante.
Los basurales a cielo abierto son un foco de contaminación debido a la falta de suelo impermeabilizado. Esto permite que se produzcan dos tipos de contaminantes: Líquido Lixiviado que se genera cuando el agua se filtra a través de los residuos en descomposición y el biogás que es una mezcla de metano y dióxido de carbono producida por la descomposición de los residuos. El metano es altamente inflamable y contribuye al agotamiento de la capa de ozono y al cambio climático.
Asimismo, las cámaras en alianza con la UNR y la UBA trabajan, desde 2022, para la confección del índice de generación y tratamiento, “lo que nos permite dimensionar el problema que tenemos hoy de contaminación por la disposición inadecuada e ilegal de los residuos”, agrega Kakinec. Por su parte, Gustavo Solari, presidente de CAITPA, asegura: “Es fundamental para nosotros sensibilizar acerca de la relevancia de manejar de forma adecuada los residuos peligrosos. Están clasificados de esa manera por una razón, y el impacto que generan es innegable. Las estadísticas son preocupantes y urge iniciar un cambio”